AJEDREZ: Lucas Mansilla, Marcelo Wilberger y Patrick Richard, tres amigos unidos por la pasión en los tableros
El ajedrecista argentino Antonio Urciuoli supo decir: “El ajedrez es como la amistad, une las diferencias”. Y algo de eso hay para que Lucas Enzo Mansilla, Marcelo Alejandro Wilberger y Patrick Richard, los tres ganadores del II Torneo Blitz de ajedrez por Equipos “Día del Amigo” del Club Ajedrez Pensado, logrando 17 puntos de los 21 posibles.
Procedentes de distantes latitudes, con ocupaciones y edades distintas, su pasión por el ajedrez ha hecho que se encuentren todos y cada uno de los viernes a compartir partidas y largas charlas sobre el tablero. Y claro, eso se vio en el torneo.
Basta con reunirlos para confirmar la frase de Urciuoli. Lucas Enzo Mansilla nació en Ushuaia, tiene 25 años, es contador y su ranking de ajedrez en Blitz de 1.987 ELO. Del sur pasamos al noreste del país, porque Marcelo Alejandro Wilberger (ELO 1.842), estudiante de Administración, nació en Misiones hace 25 años y pasó casi toda su vida en Paraguay, hasta radicarse en Córdoba.
Patrick Richard (1.970 en Blitz), es el mayor de los tres con 42 años, viene de mucho más al norte. Nacido en Canadá y residente en Córdoba desde muy chico, fue socio fundador del Club de Ajedrez Luz y Fuerza. En el 2002 jugó el Argentino sub 20 en semifinales y hoy es free lanzer en una empresa de Estados Unidos.
Bastó un breve encuentro para que la pasión por el ajedrez amalgamara la amistad entre ellos, dejando al margen las diferencias de origen, edad y profesión.
-La amistad viene de mucho antes que este torneo.
-Ya éramos como amigos -dice Patrick-. “A Marce lo conocí en el ajedrez de la facultad, y después fuimos al Club Ajedrez Pensado y lo conocimos a Patrick”, agrega Lucas.
-¿Cómo es jugar siendo amigos?
-Marcelo: Es lo más lindo porque sabes que tenés a alguien al lado y que tus resultados pueden condicionar a los otros dos, entonces uno siempre tiene que dar lo mejor de sí. En ajedrez normalmente uno juega y gana solo, en cambio esta modalidad por equipos te da ese compañerismo y estar con alguien y poder decirle “vos podés” o “le vas a ganar”. Normalmente no vivís eso.
-Richard: Salvando las distancias es como la Copa Davis. La estrategia era ganar todas las partidas, y jugar prolijo. Lo hicimos mejor que cualquier otro equipo y por eso ganamos.
-Obviamente hicieron su aporte para que el compañero pudiera sumar.
-Durante el torneo es difícil pero antes nos juntamos y decimos “viene tal torneo, a ver quiénes lo juegan”. Hacemos una lista y estudiamos a cada uno de los rivales; vamos preparados antes del torneo -asegura Marcelo.
Lucas devela dónde está el bunker: “el punto de encuentro suele ser en la casa de Marce, que tiene todos los libros y hasta un tablero en la pared”.
En cuanto a estilos, Lucas, que prefiere la apertura Ataque Indio de Rey / defensa India de Rey, se diferencia de sus dos amigos. “Marcelo y Patrick tienen un juego más posicional, a mí me gusta más ‘ir al hueso’, ser más agresivo. Ellos quieren ir matándote de a poco, te torturan hasta que no das más, y yo no, si puedo hacerlo ya, lo hago”, reconoce Lucas Mansilla.
Para Marcelo, que opta por la Apertura Catalana, “’Luquitas’ es mi otra cara del ajedrez, totalmente caótico. A veces no lo entiendo, tiene la estructura de peones horribles, pero él se mueve como pez en el agua”.
Mientras que Patrick, partidario de la moderna Apertura Réti, se desmarca: “yo juego más con el reloj”. Y señala: “Las últimas tres veces que jugamos con Marce empatamos todas las partidas”.
Su “amigo” lo confirma: “Nunca nos pudimos ganar desde que nos conocemos. Eso sí, a Patrick le tocaron dos blancas. Que salga en letras mayúsculas”, justifica. Richard se siente tocado como si le hubieran dado jaque: “mirá con lo que salió”.
¿El ajedrez va con la personalidad? Patrick analiza a Marcelo: “de blancas sí, de negras no, y me sorprende. Él es posicional, tranquilo, pero con negras se presta más a la posición de doble filo, le gusta sufrir”.
Al “Paraguayo” le toca exponer a Lucas. “Lucas no juega como es. Es un contador muy serio, recibido en la UNC, tiene todos los papeles en orden, sabe dónde está todo. En cambio, en el ajedrez, tiene esos partidos en que no sabés qué está pasando. Por ahí le sale el desorden, pero sé que tiene todo planeado.
Y claro, falta que Lucas analice a Patrick: “no se mete en líos, va a lo seguro. Es coherente con su personalidad. Y Marce también, está cambiando de repertorio de negras, pero para mí se lo ve a él”.
Ambos han compartido muchas horas juntos, pero es en la madrugada del sábado cuando el ajedrez se vuelve el punto de convergencia. Muchas horas sumergidos en la misma pasión por el tablero.
A Marcelo la pasión le llegó de la mano de su papá. “Empecé con mi viejo. Me enseñó, vio que me gustó y me mando a una escuelita. Fui de 6 a 8 años, después dejé. Pero en 2015 perdí contra un amigo de papá, y no me reconocí. Entonces ahí me puse a estudiar de nuevo, fui de nuevo a una escuela, y desde entonces nunca paré. Esto es lo que me encanta y me hice muchos amigos, el ajedrez me dio mucho”.
Patrick en tanto, aprendió a mover las piezas de la mano de “mi vieja, pero la pasión me agarró por mi papá. Hizo dos cosas: me prestó un libro de un campeón francés de fines de los ’80, del cual no me acuerdo su nombre, que fue muy claro para un chico de mi edad, y tenía una computadora que habían traído de Canadá, con sensores, y yo jugaba contra la computadora. Esa combinación del chiche electrónico y las piezas, más el libro, me voló la cabeza”.
Finalmente, Lucas aprendió gracias a un primo: “me enseñó a mover las piezas. Tenía un tablero de vidrio que no se distinguían las blancas de las negras, y un día en el colegio mi papá vio un cartel que decía ajedrez en el Museo Marítimo en Ushuaia, en la Cárcel del Fin del Mundo. Me fascinó. No tuve la suerte de un familiar cercano que me pueda enseñar, así que fue algo mío. Cuando me vine a Córdoba, lo primero que hice fue jugar al ajedrez”.
Vienen de puntos distintos, profesiones distintas e historias diferentes. Pero la pasión por el ajedrez los reúne en un mundo de casilleros y jugadas sin egoísmos. Comparten, se ayudan y disfrutan juntos. Por eso no extrañó que justo en el “Día del Amigo”, ellos hayan salido ganadores.
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