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ROBERTO GERBAN: El Karate, sus valores y la Kaizen Kan, “La Casa de la Mejora Continua”

Decir que Roberto Gerban es un sensei es una verdad de Perogrullo. Tiene su Dojo en la av. Castro Barros al 723 de la Ciudad de Córdoba, 45 años como profesor en el Karate, y hoy su escuela, Kaizen Kan, ya tiene 20 dojos repartidos en el resto del país. Son faros de la escuela Shorin Ryu, uno de los estilos más puros y tradicionales de la escuela de Okinawa.

Así que sí, Roberto Gerban es un sensei con todas las letras. Pero lo que más destaca de él es el cómo. El camino elegido para desarrollar su escuela se define en el nombre mismo del Dojo: Kaizen significa “mejora continua”, y Kan es “casa”. “Es La Casa de la Mejora Continua, pero no sólo de lo físico sino como ser humano”, afirma.

Su visión parte de una mirada introspectiva: su propio lugar en la escuela. Para él, “Sensei no significa ‘maestro’ como muchos creen, sino que significa ‘nacido antes’. Por haber nacido antes uno tiene responsabilidades, que son como las de un padre, no dejar que el hijo o el alumno se lastime, pero dejar que se equivoque para que aprenda -señala-. Entonces el sensei es una mezcla de un profesor de educación física, un padre, un compañero, un amigo con quien se comparte en las buenas y las malas”. 

De ahí que “el respeto debe ser mutuo, igual que el cariño, porque cuando va para un solo lado se convierte en sumisión. En Kaizen Kan tenemos la premisa de ganar-ganar, sino no sirve. Eso es el sensei, ser uno más y a la vez diferente, aprender de todos y enseñarle a todos”.

DESCUBRIR EL SIGNIFICADO

Roberto Gerban llegó al karate en 1976, con 18 años, atraído por la espectacularidad de los golpes y las patadas que veía en las películas. “No sabía lo que había detrás de eso, pero a medida que fui avanzando, fui descubriendo este mundo inmenso del karate”. Y agrega: “Creía que el primer día iba a salir haciendo patadas voladoras -bromea-, pero me pusieron a hacer flexiones con el puño y abdominales, y entendí que el karate era otra cosa”.

“Mi primer sensei ‘real’ fue Héctor González Ceballos, de quien estoy eternamente agradecido por más que hoy no caminemos en la misma escuela. Estaba en la escuela Miyazato, y me quedé hasta que el Sensei Miyazato falleció”, recuerda Gerban. Para cuando Miyazato no estuvo más, decidió emprender su propio camino.

A los 22 comenzó a dar clases en un gimnasio siendo cinturón azul y con autorización de su sensei. Desde entonces mostró su carisma para ganarse el afecto de sus alumnos: “Tengo recuerdos imborrables, como que mi primer cinturón negro me lo regalaron mis alumnos. Hoy todavía tengo alumnos de aquella época. No son mis alumnos, son amigos, mis hermanos, descanso en ellos, me ayudan mucho y la escuela es lo que es gracias a ellos”.

MÁS ALLÁ DE LO APRENDIDO

Como profesor, Roberto Gerban no se limitó a copiar movimientos y retransmitirlos a sus alumnos, sino que se enfocó en estudiar y mejorar. Hoy a los casi 67 (los cumple el 20 de abril) considera que “el ímpetu, las ganas de hacer, de aprender, de investigar siempre tienen que estar”.

Técnicamente Kaizen Kan sigue la línea de Shorin Ryu. Gerban, junto a Héctor González Ceballos, viajaron para conocer a  Yoshihide Shinzato, creador de la Okinawa Shorin-Ryu ShinShuKan. Luego, tras su paso por Miyazato decide crear la Kaizen Kan. “Cuando fallece Miyazato inicié un nuevo camino y con lo que aprendí en mi experiencia por Miyazato y Shinshukan, le agregué aspectos de una línea de karate que se llama Matsumura. Con la conjunción creamos Kaizen Kan”, cuenta.

La conjunción no tiene otro sentido que el perfeccionamiento de la técnica y la filosofía. “No inventé nada, pero sí puedo aprender, adaptar, modificar. Entendí que faltaba algo. Por ejemplo, en parte Kobayashi retrocede mucho, y la parte Matsumura avanza mucho, y me parecía que el bloqueo y el ataque se deben producir en el mismo momento y lugar. Si uno retrocede y avanza ocupa dos tiempos. Si avanza, bloquea y ataca a la vez, es más productivo en un combate real. Eso fue investigar, equivocarme. Incorporamos nuevos katas. Aclaro que son de Shorin, mi estilo es Shorin, no incorporo de otros estilos”, asegura.

Con casi 50 años arriba de los tatamis, para Roberto el karate “es mi vida, vivo para el karate. No concibo mi vida sin karate y sin mis alumnos. Gran parte de mi vida lo paso en el Dojo investigando, practicando, viendo, equivocándome, aprendiendo de nuevo. De no ser por karate no hubiese avanzado tanto espiritualmente, no me hubiese buscado a mí mismo. Hoy, mis vivencias y errores tengo que transmitirlas a ese pibe de 20 o 30 para que no se equivoque en lo que yo me equivoqué”.

LOS VALORES

Cuando uno profundiza en el karate, descubre que sus raíces están fortalecidas por los valores. Los más visibles son el respeto y la disciplina, razones por las cuales muchos padres envían a sus hijos a los Dojos. Pero para Roberto Gerban, los tres que están arriba de todos son la “honestidad, lealtad y perseverancia”.

“Cuando uno es honesto, es primero honesto con sí mismo. Una vez que reconoce sus virtudes y defectos, comienza a corregirse. Después pasa a ser honesto con los demás. La Lealtad es ser leal con mis principios y los principios de los demás para que me acompañen; y la perseverancia es que, cada vez que me caigo, por lo que sea, me levanto nuevamente”.

-¿Qué te deja satisfecho de tus alumnos?
-Me satisface una amistad sincera. La escuela tiene unos 120 cinturones negros y 800 alumnos en todo el país. Hay clases de 50 ó 60 personas. Son 50 maneras diferentes de pensar, de vivir, de sentir, pero adentro del dojo se apoyan, se corrigen, se soportan. Me agrada que se sientan bien y quisiera que, cuando no esté en este mundo, Kaizen Kan siga siendo Kaizen Kan; que mis alumnos sigan estando juntos, sigan estudiando, avanzando y haciendo mejor karate que el que yo les enseñé.

-Los tiempos han cambiado, los chicos son distintos, ¿valoran el karate tradicional?
-Lo perciben distinto. Cuando empecé a hacer karate se podía exigir físicamente a un alumno que recién empezaba y los padres nunca te iban a decir que no. Hoy preguntan por qué esto o por qué lo otro. Y es importante que lo sepan, para crecer y prepararse. Esas preguntas sirven para que los que enseñamos nos preparemos para responder y dar las explicaciones. 

-¿Y respetan la autoridad de un sensei o un sempai?
-Muchos padres nos traen a sus hijos para que le transmitamos la disciplina del karate. Pero hay dos formas: una rápida, automática, que es con el miedo. Funciona, pero cuando se consigue la meta la disciplina desaparece. Y otra lenta, que es con amor. Para eso hay que conocerse, dejar que el alumno te conozca, no hay que ponerse una máscara, mostrar lo que sos y alentar al alumno a que se muestre como es. La lealtad, esa entre maestro y alumno, se da a partir del amor. Con amor comienza la lealtad, esa es la manera de ganar alumnos hoy.

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