RINALDO GROSSO, AJEDRECISTA: “Me gustaría jugar hasta los 100, y si llego, hasta los 120”

La casa de Rinaldo Grosso tiene la simpleza y la humildad del tablero. Un living con un par de trofeos y un sillón de pana, y una cocina cálida y amistosa, en la que el silencio es cómplice de una portátil que refleja líneas y aperturas. Allí se sumerge buscando respuestas. Y un cuarto en el que sobreviven unos 15 trofeos, y los fantasmas de otros 180 desechados. “Los regalé”.

A los 79 años, jubilado, Rinaldo tiene encendida una pasión por el ajedrez que lo mantiene activo, estudiando y tratando de ser aún mejor. Como recuperando el tiempo perdido de algo que lo atrapó cuando tenía 14 años. “Ahora que soy jubilado, el ajedrez es una pasión, me cae fantástico. Me gusta, siempre me gustó, pero no pude dedicarme”, confiesa quien, si la memoria no le falla, sigue siendo el campeón provincial supra 50 y tiene un nivel de juego de Primera cordobesa.

“Antes jugaba más o menos bien a 1 o 2 minutos, más o menos, ¿eh? Y ahora, a cinco minutos ni la veo, no es lo mismo, así que tengo que ir a torneos que tengan 15 minutos, o 10 podría ser. Estoy viendo algo de ajedrez (señala la computadora) tratando de recuperar, pero ahora es totalmente distinto, las variantes, a lo que había hace tiempo atrás”, se sincera.

IDAS Y VUELTAS
Su vida tuvo recorridos laberínticos. A diferencia de muchos, no aprendió ajedrez de su padre sino por un amigo que a los 14 años acercó un tablero al grupo y les enseñó a mover sus piezas. Empezó a jugar, hizo escala en la Plaza San Martín dos o tres años, y después sí: “antes se hacía un torneo de Cuarta categoría, lo gané, ascendí a Tercera, a Segunda, y después a Primera”, recuerda.

Después se casó, trabajó, dejó, amagó volver, dejó de nuevo, y tuvo dos hijos que aprendieron a jugar. “Volví a jugar cuando mi hijo tenía 13 ó 14 años, en el ’95. En esa época no sabía ni quien era el campeón mundial. Ahora que mis hijos se han casado, voy al Club de Ajedrez Pensado en av. Maipú”, aclara Rinaldo, a quien le “hubiese gustado ser ajedrecista. Si es por la posibilidad, no hubiese podido, pero por el gusto sí”.

-¿Qué es el ajedrez, Don Rinaldo?
-Eso de que el ajedrez es para inteligentes, no va. En ajedrez, en definitiva, gana la mayor parte de las partidas o puede llegar, el que más estudia. No el más inteligente. Por supuesto que hace falta una dosis de inteligencia, pero gana el que más estudia, el que más sabe. 

-¿Usted estudió mucho?
-No.

-¡Y es jugador de Primera!
-A lo mejor tuve una afinidad especial con el ajedrez. Más que nada las ganas, me gustaba mucho. Antes no había compus, ni celular, no había qué leer, algún que otro libro. Después iba a jugar seguido a la Sala Cordobesa de Ajedrez frente a la Plaza San Martín, donde ahora está el Obispo Mercadillo.

-A los 79 años, ¿qué es lo más lindo que el ajedrez le dio?
-No tengo recuerdos estimulantes. Toda la vida me ha gustado, pero no he intervenido tanto. Ahora tengo tiempo, no trabajo, estoy jubilado. Y en casa leo y estudio. Me cuesta mucho porque es otro ajedrez, mucho para memorizar. Para mí es una pasión, me agrada leer en la compu, estudiar me gusta, me mantiene activo. 

-¿Qué le gusta del Club Ajedrez Pensado?
-Es chiquito pero la gente que está es muy buena gente. Gastón (Moisset), Mili Brizzi, Ezio Toniutti.

-¿Tiene nietos?
-Si tengo. Aquí en Córdoba tengo dos, uno de 9 y otro que va a cumplir 5 el mes que viene. Son hijos de Juan José. Con el mayor fuimos a algunos torneos, pero le gusta jugar al fútbol y medio que no le lleva el apunte. Vaya a saber más adelante. Y el más chiquito, que tiene 4, no juega, pero parece que se entusiasma más. El otro día le pidió al padre que le enseñara a dar jaque mate. Y mi hija está en Italia, y tengo otro nieto, Gabrielle, de 10 u 11 años, que también juega.

-¿Su hija jugaba?
-Sí, jugaba (ríe), sabia jugar en el (Colegio Manuel) Belgrano y era buena, pero cuando empezó a jugar con Juanjo, no quiso jugar más porque no le gustaba perder. 

-Tiene una familia de ajedrecistas, puede haber una tercera generación.
-Puede ser, sí. No sé Felipe, dos o tres años atrás venía y agarraba el ajedrez, el otro es Bruno. Pero que hagan lo que les guste, lo que ellos quieran, lo que les siente bien. En mi caso me sentía bien con el ajedrez. Yo jugaba muy bien al fútbol, pero si hubiese tenido que dedicarme, hubiese seguido por el ajedrez porque me gustaba eso.

-¿Qué ajedrecista le gusta?
-Son los de la guardia vieja. Los de ahora son superiores, pero son todos estudiados. Antes estudiaban ellos con el tablero, sin computadora, Fischer, Kasparov, Capablanca, Alekhine, todos esos. De Argentina, no los he seguido, pero ninguno se les asemeja.  

-Si tuviese que definir las características de un ajedrecista, ¿cuáles serían?
-Primero son competitivos, hay que jugar a ganar, lo mismo en el fútbol o en el tenis. Y por otro lado, no son tan honestos ajedrecísticamente hablando, no veo que te ayuden a mejorar tanto como yo esperaba. El otro día le expliqué qué jugada podía hacer a un chico al que le gané, para tener una mejor defensa. A eso me refiero, no se dicen esas cosas. Estoy acostumbrado a proceder de esa manera, bah en todos los órdenes de la vida. Los ajedrecistas son competitivos y no ayudan al otro. Bien podría pasar, se podría enseñar a una persona que metió la pata. Ser un poco más abiertos. 

-¿Qué tiene de parecido el Rinaldo cotidiano con el ajedrecista?
-Soy igual, soy igual en mi vida privada, con mis hijos, con mis amigos. Soy competitivo, y cuando se da, me gusta ayudar al otro. 

-¿Qué le gustaría que le dé el ajedrez?
-Nada, jugar solamente. Me habían propuesto enseñar en una escuela, me pagaban, pero no tenía ganas. Había que prepararse si lo tomás honestamente. Nunca pensé en que el ajedrez me diera algo. Todavía soy campeón provincial supra 50, pero no tengo ambiciones de nada.

-Por su edad y vigencia, ¿es un modelo para generaciones más jóvenes?
-¡No! soy un desastre de ejemplo. Cualquiera puede jugar a esta edad. Hay mucha gente grande que juega. A mí me gustaría jugar hasta los 100, y si llego a los 120.


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