NÉSTOR "TITO" GIOVANNINI: "Peleaba un viernes, y el lunes estaba entrenando" (boxeador, campeón mundial Crucero OMB)

Cuando uno entra al Dojo CeDeCo, en el barrio Pueyrredón de la capital cordobesa, y ve la clase de boxeo de Néstor Hipólito “Tito” Giovannini, lo primero que percibe es pasión. De físico fornido y nariz con las huellas del pasado con guantes, el rafaelino disfruta lo que hace, exige pero a la vez enseña; acelera pero es mesurado; y transmite lo que sabe desde siempre: para alcanzar los objetivos, hay que entrenar. Lo sabe ahora, y lo sabía cuando en sus inicios en Rafaela (Santa Fe) hizo su aparición profesional y despertó la atención del mismísimo “Tito” Lectoure, el promotor de boxeo más exitoso y prestigioso de la historia del boxeo argentino.

Para un boxeador que saboreó las mieles del triunfo, que levantó el cinturón de campeón el mundo, las clases son ahora un placer que quiere darse: hacer lo que le gusta. Pertenece a esa raza de boxeadores construidos en el gimnasio, en el entrenamiento, y que gusta de transmitir ese espíritu de compromiso que lo caracterizó siempre. Porque él “peleaba un viernes y el lunes estaba entrenando”.

“El boxeo fue lo que quise hacer. Dejé el estudio y le dije a mi viejo: ‘papi, déjame hacer lo que yo quiero’. ¿Y qué querés hacer?, me respondió. Mi viejo había sido boxeador aficionado, tenía 100 peleas. De ahí saqué el boxeo. Mi viejo siempre iba al Luna Park a ver a (Víctor) Galíndez y a (Carlos) Monzón en los 70, antes de que Monzón fuera campeón del mundo. Y me traía guantes. En una quinta de fin de semana teníamos un ring en el fondo de casa, y día me pone a hacer guantes. Veía mucho a Monzón y a Cassius Clay y más o menos tenía una idea. Me traen un boxeador y lo planché, boxeo con mi hermano y lo planché. Un día me dice: ‘vamos a hacer guantes Tito’. ‘A cara ‘e perro’, le dije”, recuerda “Tito”. 

Y sigue: “Yo jugaba al fútbol, era capitán y jugaba de 2. Me llevó al gimnasio y estuve dos años antes de hacer la primera pelea, hasta que no me sentí seguro no subí al ring. En la primera pelea gano por nocaut. A la tercera pelea me lleva Brusa, y me saca campeón de la provincia en aficionados. Seguí, seguí, y ganaba todo”.

Giovannini hizo su debut en el boxeo profesional a los 23 años en 1984. Conquistó el título argentino semipesado en 1986 y seis meses después fue campeón sudamericano, venciendo en ambas ocasiones a Jorge Salgado. En 1988 venció al italiano Noe Cruciani en Spoleto, por KO en el primer round, y conquistó el título internacional de peso semipesado del CMB (WBC en inglés). Para 1990 se le escapa el título mundial semipesado del CMB ante el australiano Jeff Harding.

Su momento de gloria llegaría el 26 de junio de 1990, en Sporthalle, Alemania, cuando peleó en peso crucero contra el germano Markus Bott, y obtuvo el título mundial de la OMB. Retuvo la corona hasta diciembre de 1994, cuando Dariusz Michalczewski le quitó el cetro.

Admirador de Floyd Mayweather, Marvin Hagler y Carlos Monzón, “depende en qué época”, se define como un boxeador que “pegaba yendo para atrás, como Monzón. Miraba a Monzón y Clay”.

¿Podrías haber llegado más lejos? “Menos las Olimpíadas de Los Ángeles 1984, que no fui porque me rompí la mano derecha (el oro fue del italiano Cruciani), gané todo. Pero no tuve un promotor que haya sabido aprovecharme. En la cancha de Rafaela metí 15.000 personas, si hubiera peleado en Rafaela como campeón del mundo…”. Y se lamenta no haber sido campeón del mundo con Tito Lectoure: “si hubiese sido campeón del mundo con él, hubiese hecho 20 defensas”, asegura.

Pero más allá de sus tiempos de gloria, no extraña nada del boxeo profesional: “es historia pasada. Me gusta lo que hago, y lo voy a seguir haciendo”. 

“Tito” considera que “el boxeo es el arte de pegar y que no te peguen”, y afirma que “para hacer lo que hacía, Nicolino Locche recibía tres mil piñas en el gimnasio por día. Si no lo hacés en el gimnasio no podés hacerlo en el ring”.

Claro que el boxeo le dejó un bagaje de conocimientos y experiencia que aprovecha ahora: “Me dejó la enseñanza de lo que hago ahora. Es una buena gimnasia para la mujer, y hay mucha gente a la que le gusta venir, la pasa bien, hace gimnasia, y se van todos contentos. Quedan liquidados porque pegarle a la bolsa es terrible”. Y aclara: “quiero que aprendan la parte física, no quiero que se peleen en la calle. Igual te quedan los reflejos, la velocidad de las manos, aprendés a pegar para defenderte porque está muy difícil la calle. Es bueno saber defenderse”.

"Tito" valora al boxeo como un deporte noble. “A los chicos los encarrila, los saca de la calle. En el boxeo sos rival y después queda la amistad. Con mucha gente nos encontramos, me dejó muchos amigos”.

Por eso, si visita el Dojo CeDeCo y ve la clase de boxeo, no verá las cuerdas, no habrá ring, pero sí percibirá esa pasión que “Tito” le imprime a cada sesión. Es que si bien el boxeo ya forma parte de su pasado, no ha cambiado su forma de ver el entrenamiento: disfruta lo que hace, exige pero a la vez enseña; acelera pero es mesurado; y transmite lo que sabe desde siempre: para alcanzar los objetivos, hay que entrenar. 


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